El punto más alto de Barcelona concentra una suculenta secuencia histórica que comienza con un poblado ibérico, prosigue con una masía medieval fortificada y, ya en el siglo XX, aporta un nido de batería antiaérea y una serie de barracas autoconstruidas propias de la ciudad suburbial. Un proyecto museístico en curso explicará los usos que ha tenido el Turó de la Rovira, donde estuvo el primer nido antiaéreo en 1937 cuando Barcelona tuvo la desgracia de convertirse en la primera ciudad bombardeada desde el aire.
El proyecto, en el que participan el distrito de Horta-Guinardó y el servicio de Urbanismo, además de los vecinos de Can Baró, está siendo realizado por el Museu d'Història de Barcelona (Muhba) mientras acaba de definirse el futuro parque de los Tres Turons, que abarca zonas de la Rovira, el Carmel y la Creueta del Coll. Joan Roca, director del Muhba, sitúa el proyecto en el contexto "del uso de la primera cornisa de la ciudad, donde se produjeron situaciones de excepción como la defensa antiaérea en la guerra civil y el crecimiento informal a base de barracas algunos años después". "En ambos casos la ciudad deja de ser margen para convertirse en centro a causa de esa excepcionalidad", añade.
Con este proyecto, el museo pone en marcha el Centre de Recerca i Debat dedicado a desarrollar la historia de las ciudades y su patrimonio. Así, los historiadores Ramon Arnabat, David Gesalí y David Iñiguez han recibido el encargo de investigar qué sucedió en la cima de la pequeña colina de 267 metros desde donde se tiene una visión privilegiada de 360 grados. En la colina sobreviven los restos de cemento de la batería antiaérea --limpiados de basura y maleza por los vecinos y durante varios eficaces campos de trabajo veraniegos-- donde estaban el arsenal, los cuartos de los artilleros, el puesto de mando y la estructura donde se asentaban los cañones. Todavía pueden verse las muescas de los anclajes de los cañones. Estas construcciones se reutilizaron como vivienda precaria a partir de 1948, con la gran oleada de inmigración.
EL ARMAMENTO
La batería fue instalada en la colina en junio de 1937 por iniciativa de la recién creada Defensa Especial contra Aeronaves, organismo responsable de contraatacar a los bombardeos de los rebeldes franquistas, ayudados por la aviación alemana e italiana y por su flota. Aunque aún se investiga su alcance, se sabe que hubo entre dos y siete cañones Vickers de 105 milímetros, de tecnología británica, fabricados en 1923, con un alcance de entre 7 y 13 kilómetros. También se investiga la eficacia real de sus contraataques y se comprueba si desde el Turó de la Rovira se abatió un avión alemán.Carme Miró, responsable de arqueología urbana del museo, explica que se ha decidido dejar en reserva el poblado ibero (activo entre los siglos el siglo III y I a.de C.) para dar prioridad a la batería. El yacimiento fue excavado y estudiado en 1931 y en 1992. Los pocos objetos hallados (ánforas, fíbulas, cerámica, utensilios agrícolas) se encontraban en una cuarentena de silos o depósitos tallados en la roca.
Descartada de momento la arqueología y consolidada la planimetría y topografía general, la presentación al público se centrará en los otros dos momentos históricos. Roca asegura que la actuación en los restos de las instalaciones de la batería (que recibirá una subvención del Memorial Democràtic) ha de ser mínima, con elementos flexibles y buenas indicaciones.
El proyecto, en el que participan el distrito de Horta-Guinardó y el servicio de Urbanismo, además de los vecinos de Can Baró, está siendo realizado por el Museu d'Història de Barcelona (Muhba) mientras acaba de definirse el futuro parque de los Tres Turons, que abarca zonas de la Rovira, el Carmel y la Creueta del Coll. Joan Roca, director del Muhba, sitúa el proyecto en el contexto "del uso de la primera cornisa de la ciudad, donde se produjeron situaciones de excepción como la defensa antiaérea en la guerra civil y el crecimiento informal a base de barracas algunos años después". "En ambos casos la ciudad deja de ser margen para convertirse en centro a causa de esa excepcionalidad", añade.
Con este proyecto, el museo pone en marcha el Centre de Recerca i Debat dedicado a desarrollar la historia de las ciudades y su patrimonio. Así, los historiadores Ramon Arnabat, David Gesalí y David Iñiguez han recibido el encargo de investigar qué sucedió en la cima de la pequeña colina de 267 metros desde donde se tiene una visión privilegiada de 360 grados. En la colina sobreviven los restos de cemento de la batería antiaérea --limpiados de basura y maleza por los vecinos y durante varios eficaces campos de trabajo veraniegos-- donde estaban el arsenal, los cuartos de los artilleros, el puesto de mando y la estructura donde se asentaban los cañones. Todavía pueden verse las muescas de los anclajes de los cañones. Estas construcciones se reutilizaron como vivienda precaria a partir de 1948, con la gran oleada de inmigración.
EL ARMAMENTO
La batería fue instalada en la colina en junio de 1937 por iniciativa de la recién creada Defensa Especial contra Aeronaves, organismo responsable de contraatacar a los bombardeos de los rebeldes franquistas, ayudados por la aviación alemana e italiana y por su flota. Aunque aún se investiga su alcance, se sabe que hubo entre dos y siete cañones Vickers de 105 milímetros, de tecnología británica, fabricados en 1923, con un alcance de entre 7 y 13 kilómetros. También se investiga la eficacia real de sus contraataques y se comprueba si desde el Turó de la Rovira se abatió un avión alemán.Carme Miró, responsable de arqueología urbana del museo, explica que se ha decidido dejar en reserva el poblado ibero (activo entre los siglos el siglo III y I a.de C.) para dar prioridad a la batería. El yacimiento fue excavado y estudiado en 1931 y en 1992. Los pocos objetos hallados (ánforas, fíbulas, cerámica, utensilios agrícolas) se encontraban en una cuarentena de silos o depósitos tallados en la roca.
Descartada de momento la arqueología y consolidada la planimetría y topografía general, la presentación al público se centrará en los otros dos momentos históricos. Roca asegura que la actuación en los restos de las instalaciones de la batería (que recibirá una subvención del Memorial Democràtic) ha de ser mínima, con elementos flexibles y buenas indicaciones.
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