Sin prisas y con la máxima seguridad. Este es el método constructivo que aplica la Conselleria d'Obres Públiques en la continuación de las obras del túnel de la L-5 en el Carmel, interrumpidas dos años para revisar el proyecto tras el traumático hundimiento del 2005. El jueves se cumplieron seis meses de la reanudación efectiva de la excavación en la boca de la plaza de Pastrana y en dirección a la estación de Horta. En este tiempo se han hecho 100 metros de galería bajo una zona llena de viviendas y ahora solo falta superar un edificio para llegar a la calle de Lisboa. Los técnicos esperan celebrar el fin de año con el tramo, corto pero muy comprometido, finalizado.Además de este punto crítico, donde es necesario avanzar metro a metro, las obras continúan en otros dos de los cuatro pozos de ataque existentes en la línea: Taxonera y Vall d'Hebron. En estos casos los trabajos en marcha son para construir las estaciones ya que el túnel se iniciará más adelante.El trauma social, político y técnico que supuso la caída de la galería de maniobras y la crisis de confianza que el accidente ha causado desde entonces en la ejecución de las obras públicas subterráneas han llevado a la Generalitat a extremar la seguridad de los trabajos. "El avance es lento porque se aplican todas las medidas de seguridad que se pueden encontrar en los manuales de ingeniería", explicó gráficamente Jordi Jubany, director de Geologia i Obres Subterrànies de la conselleria durante la visita efectuada la semana pasada al mayor de los túneles en construcción: el de la L-9 en El Prat.
El tramo de la plaza de Pastrana a la calle de Lisboa es el más difícil de esta reanudación de la L-5 porque debe discurrir a poca profundidad debido a la cercanía de la estación de Horta, actual final de línea, y para no superar la pendiente máxima admisible en una vía de metro. Mientras el resto del túnel hacia Vall d'Hebron, donde enlazará con la L-3, se excava hasta a 80 metros, aquí la franja de terreno existente entre la bóveda del túnel y el nivel de la calle no llega a 20.
Jubany destacó que en estos meses "no ha habido movimientos apreciables del suelo y tampoco quejas". El seguimiento de las obras lo realiza cada mes una comisión formada por representantes de la Generalitat, de la constructora, de cuatro asociaciones de vecinos y de dos entidades de comerciantes.La progresión en esta zona se efectúa solo en media sección del túnel y en tramos muy cortos, de entre 0,5 y 2 metros, siguiendo el método de avance y destroza. Antes de excavar, sin embargo, se construye un paraguas protector formado por 30 tubos de hierro y hormigón de 12 metros de largo que se incrustan de forma longitudinal en el terreno y lo estabilizan. Inmediatamente después de cada avance se monta bajo esta protección una armadura metálica que asegura la bóveda. Por último, e igualmente en tramos cortos, se hace la pared del túnel de medio metro de espesor.
En conjunto, estas actuaciones constituyen el método más fiable, según reconocen los técnicos, para evitar movimientos en el subsuelo, aunque trabajar así alarga los plazos de ejecución. Además de estas medidas, se han instalado tres redes de sensores para detectar cualquier oscilación anómala: en el interior mismo del túnel, en la franja de tierra que separa a este de la superficie y en las calles y los edificios.Todas estas acciones son habituales en las obras subterráneas de Barcelona, aclara Jubany, aunque no con la frecuencia y la extensión previstas en el nuevo proyecto del Carmel. Después del desastre que obligó a evacuar durante meses a más de 1.200 vecinos se intenta no dejar margen para sorpresas.
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